Semblanza

Mis recuerdos de infancia siempre vienen acompañados de un lápiz, un pincel, la goma, el papel, los colores. Desde pequeña he estado atenta a los colores y a las formas que se encuentran a mi alrededor; soy amante de la naturaleza, de los atardeceres, del mar, de sus formas, su movimiento, de lo que siento, de lo que veo, de lo que vivo. Eso es lo que plasmo en mi obra: mis vivencias. El color muchas veces es reflejo de lo que estoy sintiendo en ese momento, es una mezcla de sensibilidad y realidad.
Sin lugar a dudas, esto apenas comienza ya que treinta años de carrera son sólo el principio. Ya veremos qué nos depara el futuro; seguiré trabajando en esto ya que lejos de ser una profesión, es mi vida misma.

Tengo la licenciatura en Diseño Gráfico, pero nunca me dediqué a ello. Gran parte de mi vida la he enfocado en el estudio de los grandes artistas y su historia. Soy mexicana, hija de inmigrantes españoles, y me siento bendecida con la dualidad de esas dos culturas que habitan en mí. Creo que eso me ha marcado a lo largo de mi carrera artística y de mi vida.

Hace más de treinta años que tuve mi primer contacto con la acuarela y una vez que entre en contacto con el agua y los pigmentos, supe que ya no había marcha atrás.

Algunas veces pinto por diversión,
otras porque ví algo y sentí
que necesitaba ser plasmado.
Pinto por necesidad y
a veces lo hago por ociosidad.

Suelo pintar por encargo, pero también porque es mi trabajo.

En realidad pinto porque no hay nada que
me llene y motive más.

Pinto por amor.
Pinto por pasión.
Pinto por vivir.
Pinto porque el que nace artista,
muere artista.

Las acuarelas de Pilar Ostolaza retratan desde sencillas escenas de la vida cotidiana, familiar y costumbrista, ahondando en personajes conocidos, escenarios campiranos y pueblerinos, a la vez que tradiciones tanto españolas como mexicanas, autorretratos, curiosas caricaturas, dibujos al estilo de historieta, hasta interesantes abstracciones expresionistas complementadas con óleo.

De esa forma, en la intimidad de su pincel, la autora nos lleva por sitios pintorescos, suspendidos en el espacio y en el tiempo, compuestos por fachadas, puertas, ventanas y calles rústicas, de antaño, llenas de emotivas tonalidades. Sin duda, esas piezas nos remontan a atmósferas nostálgicas, brumosas y disipadas en donde el trabajo con la mancha y el cauce del pigmento líquido fluyen hacia penetrantes paletas de color.

Por su parte, en sus alusiones quijotescas, de estéticos seres taurinos y ecuestres, apreciamos trazos cada vez más agudos y estilizados, como si fueran extraídos de las más finas ilustraciones en tinta, inclusive con aires lúdicos. Asimismo, la riqueza de sus colores y la calidez de sus tonos acompañan los armónicos movimientos corporales de toros y caballos.

Se nos presentan como animales fantásticos, de poder o ancestrales, de mirada fascinante, conformados de pinceladas sencillas y suaves, en las que logra reflejar la luz colorida del agua respetando siempre su mágico resplandor.

Es pues innegable que la artista maneja un líquido vivo, dinámico y sensible que le permite expresar una versatilidad absoluta en sus composiciones.

Admiradora profunda de El Greco, Velázquez, Goya, Sorolla, Dalí, Picasso, entre otros, los celebra con homenajes a algunas de sus obras maestras o retratos.

Cabe mencionar que la pintora es consciente de que la sensibilidad del agua es imposible de dominar o controlar, por eso se deja fluir con el material acuoso, dialoga con su humedad, con su proceso de secado y con su gestualidad característica obteniendo así formidables luces, sombras, volúmenes y veladuras.

De lo mismo le sucede con el óleo, pues éste la conduce por espátulas que se abstraen en expresivos y densos coloridos sobre la tela, en fuertes tramas de líneas rectas y en azarosas mezclas de trazados orgánicos.

Por lo tanto, sus piezas dan rienda suelta y sacuden tanto a su imaginación y creatividad como a su emoción y senAmiento. Ya sea con agua o aceite, Pilar Ostolaza consigue liberar ese ímpetu interno, esa pasión irrefrenable, esa estampida de sensaciones, insaciables, que necesitan constantemente de nuevas formas, texturas y elementos para materializarse.

Su arte es denso en el óleo, pero liviano en la acuarela; cromático y traslúcido, conciso y nuboso, matérico y vaporoso y especialmente, ni del todo abstracto ni del todo figurativo como tampoco ni geométrico ni orgánico, más bien es la combinación total de lo anterior.

Adriana Cantoral